UNA DE INDIOS
El domingo fui a dejar a mi niño en el campamento de verano. Llegamos pronto y tuvimos que esperar un rato a que vinieran los monitores. En unos minutos se nos acercó un muchacho con una apariencia de indio americano que llamó muchísimo mi atención. Al empezar a hablar me dí cuenta de que su acento era argentino. Se presentó, charlamos un rato y por educación me quité las gafas de sol.
Cual sería mi sorpresa cuando al mirarle a la cara interrumpió súbitamente su conversación y me soltó un
-" Madre mía que ojos tienes".
La verdad es que no supe que contestar.
-¿Como?
Pude percibir su nerviosismo, tal vez al darse cuenta de que había dicho en voz alta lo que estaba pensando.
Jajajaja... La verdad es que fueron unos instantes algo tensos.
Nuestras caras eran todo un poema.
Yo no supe reaccionar y cambiamos inmediatamente la conversación.
Pasado un rato, pensando que había sido muy descortés por mi parte, me acerque y le dí las gracias por el alago. Seguía aún nervioso y como a modo de disculpa me comentó que nunca había visto unos ojos tan profundos y expresivos como los míos.
Hablamos de las razas y de que aquí en España tuvimos durante muchos años la ascendencia de los árabes y unas cuantas tonterías más para intentar quitarle leña al asunto.
Pero cuando volvimos a cruzar nuestras miradas, y aunque no mediamos ni palabra más sobre el tema, los dos tuvimos la certeza en nuestro interior de que lo que vimos en ellos fue un total reconocimiento de otras épocas pasadas.
A veces sin buscarlo la vida te vuelve a sorprender.
Cual sería mi sorpresa cuando al mirarle a la cara interrumpió súbitamente su conversación y me soltó un
-" Madre mía que ojos tienes".
La verdad es que no supe que contestar.
-¿Como?
Pude percibir su nerviosismo, tal vez al darse cuenta de que había dicho en voz alta lo que estaba pensando.
Jajajaja... La verdad es que fueron unos instantes algo tensos.
Nuestras caras eran todo un poema.
Yo no supe reaccionar y cambiamos inmediatamente la conversación.
Pasado un rato, pensando que había sido muy descortés por mi parte, me acerque y le dí las gracias por el alago. Seguía aún nervioso y como a modo de disculpa me comentó que nunca había visto unos ojos tan profundos y expresivos como los míos.
Hablamos de las razas y de que aquí en España tuvimos durante muchos años la ascendencia de los árabes y unas cuantas tonterías más para intentar quitarle leña al asunto.
Pero cuando volvimos a cruzar nuestras miradas, y aunque no mediamos ni palabra más sobre el tema, los dos tuvimos la certeza en nuestro interior de que lo que vimos en ellos fue un total reconocimiento de otras épocas pasadas.
A veces sin buscarlo la vida te vuelve a sorprender.
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