POSTURA DEL ZA-ZEN

Comenzaremos diciendo que es fundamental que la columna vertebral permanezca erguida y alineada en su propia verticalidad. La cabeza deberá recogerse hacia atrás, como quien repliega la barbilla, igual que si un hilo tirara desde la nuca hacia arriba, haciéndolo de tal forma que la punta de la nariz y el ombligo formen una línea perpendicular, mientras las orejas se sitúan en línea también perpendicular con respecto a los hombro. 
Al sentarse, será importante que las nalgas se sitúen en la mitad delantera del cojín, cuyo efecto es el del adelantamiento de la pelvis, para que de ese modo el Hara quede liberado y las piernas, inclinándose en ángulo obtuso con la columna, faciliten esa liberación.
Adoptada ya la postura correcta, el Hara, centro vital del ser humano, será el punto donde converja el conjunto de las fuerzas corporales, allí a tres o cuatro centímetros bajo el ombligo, en la profundidad del vientre.
La postura de Za-Zen llamada postura loto consiste en cruzar las piernas colocando el pie izquierdo sobre el muslo derecho y el pie derecho sobre el muslo izquierdo. La rodillas, inclinadas hacia abajo debido al efecto de sentarse sobre el cojín, se apoyarán firmemente sobre el suelo. Nalgas y rodillas configurarán un triángulo de apoyo en el que el centro principal de gravedad donde se asienta todo el cuerpo es el Hara.
En caso de que la postura loto resultara especialmente incómoda, es aconsejable no forzar el cuerpo y adoptar la postura llamada de medio loto, que consiste en que el pie izquierdo repose sobre el muslo derecho, mientras que el pie derecho se coloca bajo el muslo izquierdo. Las dos rodillas tocan la esterilla o zafutón. También se contempla la tercera alternativa, la llamada postura birmana, en la que el pie izquierdo reposa junto a la pierna derecha, pudiéndose también producirse la colocación inversa, es decir: el pie derecho junto a la pierna izquierda. 
Finalmente, la postura meditativa incluye otras dos posibilidades más. La utilización del banquito de meditación y la de una silla. En cuanto a la segunda, cabe señalar que es fundamental mantener la espalda recta y alejada del respaldo de tal forma que las piernas, relajadas, se orienten mediante una inclinación hacia abajo, y las nalgas queden más elevadas que las rodillas. 
En cuanto a las manos, la mano izquierda se colocará sobre la mano derecha y ambas, de ese modo superpuestas, con las palmas hacia arriba se posicionarán junto al vientre. Las puntas de los dedos pulgares, uno frente a otro deberán tocarse de tal modo que ambos formen una articulación horizontal, es decir, configurarán una posición que ni forme un valle (hacia abajo), ni una montaña (hacia lo alto). Un indicador de los extremos de tensión o laxitud corporal y anímica en que se halla el meditante es de qué manera, si apretados o laxos, se halla precisamente la posición de los pulgares entre sí.
Para que todo ello fluya del modo indicado, la mirada oblicua, con los párpados entreabiertos, se situará fijándola sobre un punto exterior situado al frente, alrededor de 90 centímetros desde las nalgas. Ello evita distracciones y fomenta la concentración.
Es sumamente importante insistir que estos criterios tienen un carácter indicativo, y es preciso recibirlos como referencias orientadoras, sin más, y muy lejos de cualquier tipo de rigidez normativa. El Zen no es una religión. El Zen es un Camino. 
IparHaizea.

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