“Cuando las mujeres migrantes y racializadas sean libres, toda la sociedad será libre”

Josefina L. Martínez

<p>Françoise Vergès, en el programa Ghaz'elles.</p>
Françoise Vergès, en el programa Ghaz'elles.
Aloha News

23 de Octubre de 2019 

Françoise Vergès (1952), politóloga antirracista y feminista, creció en Reunión, una pequeña isla en el Océano Índico frente a Madagascar, territorio que hasta hoy se considera “departamento de ultramar” de Francia. Su niñez estuvo marcada por la militancia política de sus padres en la clandestinidad y su propia experiencia juvenil contra la dominación postcolonial francesa. Es especialista en temas de esclavitud y violencia colonial y preside, desde París, el Comité Nacional para la Memoria e Historia de la Esclavitud. En su página de Facebook, entre reseñas de libros, convocatorias a manifestaciones y fotos de la naturaleza, sugiere “decolonizar las instituciones, el arte y el feminismo”. 
En su último libro, Un féminisme décolonial (La Fabrique éditions, 2019) apunta su crítica contra lo que llama un “feminismo civilizatorio”, sostenido en la opresión de las mujeres migrantes y racializadas. Desde su punto de vista, el movimiento de liberación de las mujeres tiene que asumir un proyecto de emancipación social. Conversamos sobre todos estos temas por correo electrónico. 
Durante mucho tiempo, el feminismo hegemónico ha sido un feminismo blanco y de clase media en los países más ricos. Pero existen otros feminismos que enfrentan la dominación colonial y el capitalismo. ¿Cómo piensa el feminismo y qué relación tiene con su biografía política?
Para empezar, diré que desde hace mucho tiempo ha habido otros feminismos, que fueron marginalizados por el feminismo burgués occidental. Pero para responder a su pregunta, no descubrí el feminismo leyendo a Simone de Beauvoir o en la universidad, sino que crecí en este, si se me permite decirlo así. Mis padres eran activistas comunistas y feministas anticoloniales en la Isla de Reunión, bajo dominación francesa, y llevaron a sus hijos a reuniones políticas, manifestaciones, al lugar de trabajo y a los hogares de mujeres campesinas pobres, empleadas domésticas y trabajadoras.
Los “derechos de las mujeres” –acceso a profesiones, ascensos– se basan en el hecho de que las mujeres no blancas se dedican a los cuidados y a la limpieza
Vi las constantes interacciones entre el postcolonialismo, el sexismo y el capitalismo racializado. El feminismo decolonial para mí está anclado en las luchas de estas mujeres de las que fui testigo cuando era niña y adolescente, sin sus luchas el feminismo estaría vacío de cualquier dimensión radical y revolucionaria. El feminismo decolonial es radicalmente antirracista, anticapitalista y antiimperialista, por lo que inevitablemente está contra el machismo, a favor de los pueblos indígenas y por los derechos queer y trans. 
Usted vive en Francia, donde sectores de la extrema derecha y el gobierno de Macron hablan en nombre del feminismo para defender políticas neoliberales y racistas. ¿Cómo funciona este feminismo “civilizatorio”?
El feminismo civilizatorio opera invocando una categoría universal de mujeres y la universalidad de los derechos de la mujer, aunque estos han sido definidos desde la perspectiva de las mujeres occidentales/blancas/burguesas. El término blanco no se refiere aquí al color de la piel, sino a repertorios históricos y sistemas culturales, espaciales y simbólicos que construyeron a una parte de la humanidad como desechable y disponible para el disfrute, el placer, la seguridad y el beneficio de la otra.
El feminismo civilizatorio toma prestado el vocabulario de “salvar a las mujeres de color de los hombres de color” de la misión civilizadora colonial y encaja perfectamente con el neoliberalismo, porque le da un barniz de progreso, de ser “por naturaleza” favorable para la igualdad entre mujeres y hombres. Lo que sería una broma si no fuera porque justifica la explotación y el intervencionismo. Los “derechos de las mujeres” –acceso a profesiones, ascensos– se basan en el hecho de que las mujeres no blancas se dedican a los cuidados y a la limpieza. El feminismo civilizatorio nunca, absolutamente nunca, enfrenta las formas en que la raza ha trazado una división en la categoría mujeres. La categoría universal mujeres es una ficción, históricamente las mujeres indígenas, las mujeres negras y no blancas se han convertido en subcategorías, en las que intervienen también la clase, la religión y las sexualidades, para reforzar su vulnerabilidad ante la muerte.
Usted ha señalado que Francia se construyó sobre la imagen de su imperio colonial, ¿qué implicaciones tiene?
Una metrópoli colonial y sus colonias son mutuamente constitutivas, no son entidades separadas. En su Discurso sobre el colonialismo, Aimé Césaire sostuvo “que nadie coloniza inocentemente, que tampoco nadie coloniza impunemente”. La colonización “desciviliza al colonizador” y despierta la violencia, el odio racial, el relativismo moral, añadió.
La idea de una Francia republicana se construyó sobre la imagen de una nación que llevaba la civilización y el progreso a los pueblos atrasados, una ideología de grandeza y generosidad que enmascaraba las masacres, el trabajo forzado, la desposesión, el expolio, el desplazamiento forzado de poblaciones, la destrucción del medio ambiente, el saqueo...
Ciertas corrientes feministas han desplazado el enfoque casi exclusivamente hacia un nivel del discurso y lo simbólico, como si el racismo no fuera un tema muy concreto y material para las mujeres. ¿Qué piensa de esto?
Bueno, es una forma de evadir la realidad. Sabemos que el racismo es un problema muy concreto para las mujeres, interfiere en su vida cotidiana, afecta su acceso a la educación y a la salud, su lugar en el mundo. La raza puede no existir como un hecho biológico, afirmó Colette Guillaumin, pero el racismo mata.
No hay lucha hoy en día que pueda evitar la cuestión de la raza, el sexismo, la homofobia, la situación de las trabajadoras sexuales, ni el medio ambiente. Estas feministas no están solas.  
En su último libro, escribe sobre las trabajadoras de la limpieza, la invisibilidad de su trabajo y la importancia de este. Además, comienza con una referencia a la huelga de las trabajadoras limpiadoras de estaciones de trenes en París de la empresa ONET, que después de una larga lucha consiguieron un triunfo. ¿Por qué considera esta cuestión tan importante?
Considero que el trabajo y las luchas de las mujeres negras y migrantes, que son la mayoría en la industria de la limpieza y el cuidado, son fundamentales para entender cómo una serie de elementos se combinan para hacer que un trabajo sea invisible, aunque sea indispensable para el funcionamiento del neoliberalismo y el patriarcado (limpiar el mundo). Este es un trabajo feminizado, mal pagado, racializado y poco calificado. Cada día, en todas partes del mundo, las mujeres pobres de color limpian tanto las oficinas como los hogares donde las mujeres burguesas trabajan, descansan, hacen deporte o yoga, dejan a sus hijos, tienen relaciones sexuales, reciben a sus amigos, comen... Sin su trabajo, el mundo se paraliza.
Las mujeres migrantes y racializadas están haciendo feminismo decolonial: un feminismo abierto a circunstancias y situaciones concretas, que no busca imponer una verdad sino que tiene como objetivo la emancipación social
Con sus luchas, han hecho añicos su invisibilidad y han sacado a la luz estos entramados. Sus luchas unen tantos campos de batalla: la salud, la violencia sexual, el medio ambiente (por las sustancias químicas que utilizan), la raza, el género, la invisibilidad, la economía del agotamiento físico (cuerpos cansados, daños a la salud), la división del trabajo a nivel nacional e internacional.   
Al centrarse en la igualdad de género a nivel de la pareja, en el cambio de roles individuales para las tareas de limpieza/cuidado, el feminismo occidental optó por ignorar que el cuidado y la limpieza han sido históricamente racializados (esclavitud y colonialismo), y que muchas mujeres se han beneficiado de esa racialización.
¿Qué piensa de los nuevos movimientos de mujeres que están emergiendo en varios países, donde las mujeres migrantes y racializadas están interviniendo?
Es un movimiento formidable, extraordinario, ¡tan energizante! Estos movimientos están haciendo que se escuchen voces hasta entonces marginadas, están proponiendo diferentes estrategias, están vinculando el feminicidio con el neoliberalismo, el antirracismo con los derechos indígenas, la lucha contra el machismo con el rechazo a la homofobia, el cuestionamiento de la islamofobia con el antiimperialismo, es decir, muestran que la liberación de las mujeres es emancipación social.
Proponen una sororidad construida sobre la base del internacionalismo y la solidaridad, no en el sentido abstracto de compartir circunstancias y situaciones por encima de la clase, la raza y los géneros. Son las herederas de la larga historia de resistencia de las mujeres indígenas esclavizadas, colonizadas, contra el despojo, el racismo y la explotación. Ellas inventan nuevas formas de relaciones y familias fuera de la norma patriarcal burguesa. Entienden que el neoliberalismo puede combinarse con el neofascismo, la policía y los regímenes autoritarios.
Podemos entender por qué el feminismo civilizatorio está reaccionando tan agresivamente y por qué están lanzando campañas para la integración de las mujeres del Sur Global en la economía neoliberal, en nombre de la igualdad de género. Entendemos también por qué atacan a las feministas que rechazan esa ideología. Las mujeres migrantes y racializadas están haciendo lo que yo llamo feminismo decolonial: un feminismo abierto a circunstancias y situaciones concretas, que no busca imponer una verdad sino que tiene como objetivo la emancipación social. Cuando las mujeres migrantes y racializadas sean libres, toda la sociedad será libre.

Autora

  • Josefina L. Martínez


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