El desastre de COP25 y el significado de la palabra EMERGENCIA
La clausura de COP25, la cumbre del clima de Madrid, con un absurdo e insustancial acuerdo de mínimos revela que su lema, «tiempo de actuar», no era más que una simplista declaración de intenciones sin ningún tipo de significado real. Catorce días absurdos, la cumbre más larga de la historia, que empezó ya como un completo fracaso al no ser capaz de comunicar lo más importante: la situación de EMERGENCIA en la que estamos.
Hace ya más de dos semanas que el Parlamento Europeo declaró la emergencia climática. ¿Qué diablos es una emergencia? Según el diccionario de la Real Academia Española, en su acepción nº 3, una emergencia es una «situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata«. Con las emergencias asociamos estridentes sonidos de alarma, sirenas y timbres, luces intermitentes y acciones excepcionales: cuando un vehículo de emergencia, como una ambulancia, se mueve entre el tráfico de una ciudad, se permite incluso que infrinja determinadas leyes, precisamente porque la situación se considera una emergencia, una situación excepcional, y esas leyes que cumplimos todos los días no están pensadas para hacer frente a esa situación. Por eso, para priorizar la respuesta a esa emergencia, podemos invadir otros carriles, detenernos para dejar paso o llevar a cabo otras acciones destinadas a que se pueda dar respuesta de manera más eficiente a esa emergencia.
¿Hay alguien a quien la actitud de las Naciones Unidas, de las reuniones de la COP25, de la clase política o de la vida cotidiana, le sugiera algún tipo de situación de emergencia? Mientras todos los científicos especializados en el tema afirman sin ningún tipo de duda que estamos ante una emergencia (y no, no te equivoques, el «consenso científico» no tiene nada que ver con acuerdos, ni con discusiones, ni con conversaciones de ningún tipo, sino con la coincidencia en resultados de investigación realizadas mediante metodologías muy variadas y evaluadas por otros científicos), resulta que el resto de la sociedad, con la notable excepción de algunos jóvenes que se saben la última generación que puede hacer algo para arreglar este desastre y unos pocos políticos en la oposición, no solo no percibe ningún tipo de emergencia, sino que pretende mantener todas las circunstancias de su vida exactamente igual que antes, sin ningún tipo de cambio significativo, sin sacrificar ni el más mínimo ápice de confort. Según todos los analistas cualificados (no los tertulianos, ni los negacionistas imbéciles, ni los directamente deshonestos), si tuviésemos un mínimo de criterio, tendríamos que estar entrando en modo pánico. Pero en su lugar, nos dedicamos a reunir políticos en cumbres que, tras dos semanas de discusión, no son capaces más que de darse unas palmaditas en la espalda y decirse eso de «chicos, hay que reducir las emisiones un poquito, hale, venga, vosotros podéis, eh!» ¿Es esa la manera de actuar ante una emergencia?
Ni un solo compromiso serio. Solo asqueroso chalaneo con la contabilidad de los derechos de emisión para poder seguir contaminando sin responder ante nadie, irresponsables que abandonan los pocos acuerdos internacionales que se han podido firmar, y una inequívoca actitud de dejarlo todo para más adelante. Políticos cortoplacistas y populistas carentes de estatura moral y completamente incapaces de hacer frente al mayor problema que la humanidad ha tenido en toda su historia, a una auténtica amenaza existencial en toda la amplitud de la palabra.
Abre una revista. Pon la televisión. Te encontrarás infinidad de anuncios de productos tóxicos, de empresas dirigidas por auténticos delincuentes, de vehículos que nos están envenenando, de pruebas evidentes de que vivimos en una economía falsa, que subvenciona lo dañino, y que pretende mantener sus condiciones actuales aún durante varias décadas. Una economía en la que nadie paga por lo que estropea, por lo que mancha o por lo que contamina, aunque nos afecte a todos. Un sistema económico completamente deficiente e insostenible, que genera desigualdades cada vez más patentes, y que se mide a si mismo con variables que carecen completamente de sentido, como el PIB o la creación de empleo. Tenemos el sistema económico más estúpido de la historia, dirigiendo a la humanidad hacia la mayor catástrofe de toda su historia. Pero cerramos la cumbre del clima sin acuerdos, nos emplazamos para la siguiente, y dejamos pasar el tiempo sin que cambie nada.
La única solución para intentar detener la emergencia climática es recurrir a medidas excepcionales. Proponer una descarbonización urgente, a costa de lo que sea, y no a décadas vista, sino en pocos años. Si eso implica cambiar nuestro sistema económico, cerrar compañías u obligar a su reconversión forzada e inmediata, habrá que hacerlo, y habrá que plantear cómo reconvertir una economía en la que los parámetros y métricas que considerábamos fundamentales han perdido completamente su sentido. ¿Cómo pretender hacer sostenible una economía basada en el trabajo de las personas, si cada vez mas máquinas convierten en redundantes cada vez más trabajos de manera irremisible? ¿Creando trabajo basura, sin sentido, que una máquina podría hacer mejor, más rápido y con menos errores? Si las máquinas nos hacen cada vez más productivos, ¿cómo es posible que cada vez seamos más pobres, más infelices, y encima, que nos estemos dirigiendo hacia nuestra autodestrucción como especie?
No, la solución a la emergencia climática no está simplemente en emitir menos contaminantes, eso es poner tiritas. La única solución está en redefinir nuestro sistema económico, nuestra política monetaria, plantear medidas excepcionales, rentas básicas incondicionales, acuerdos internacionales que aíslen económicamente a los que no cumplan, y todo un nuevo sistema que evite que ambiciones individuales de estúpidos que alegan el derecho a su soberanía económica destruyan toda posibilidad de vida humana en el planeta en el que vamos todos subidos. Mientras no entendamos eso, seguiremos reuniéndonos infructuosamente, sin llegar a ningún acuerdo, viendo venir cada vez más catástrofes naturales y efectos nocivos del calentamiento global, cosechas que dejan de ser viables, migraciones, y desastres. Mientras no entendamos la dimensión del problema, seguiremos haciendo el imbécil.
This post is also available in English on my Medium page, «Did anybody at the COP25 UN Climate Summit know the meaning of the word EMERGENCY?«
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