“Consumir un producto ecológico de proximidad es, además, comer una vacuna”

Mariano Bueno, pionero en geobiología y bioconstrucción, asegura que “hay empresas de productos químicos que pagan para que se difundan mitos que perjudican a lo natural”

Su libro Vivir en Casa Sana, al que han seguido más de una veintena hasta alcanzar su reciente Alimentación Natural y Salud, se convirtió en un fenómeno editorial desde su primera edición en 1988. De manera pionera, Mariano Bueno contribuyó a popularizar las advertencias y recomendaciones que la joven disciplina de la geobiología proporcionaba para conseguir entornos domésticos y laborales más saludables. ¿Cómo lograrlo? De formas muy diversas, algunas tan sencillas como reubicar la orientación de la cama en nuestro dormitorio, desconectar lámparas y despertadores eléctricos de las mesitas de noche o elegir el lugar idóneo para el sosiego o el estudio observando aquellos espacios hogareños en los que nuestros perros y gatos se acomodan con mayor frecuencia.
Otras recomendaciones más controvertidas y de mayor entidad hace décadas han acumulado adhesiones científicas con el paso de los años, como la de alejarnos cuanto podamos de las líneas de alta tensión, el evitar los dispositivos inalámbricos y vigilar la salubridad de los materiales que usamos para construir y decorar nuestras viviendas, así como aquellos con los que cocinamos o nos vestimos.
La geobiología, aunque no lo parezca y confluya en algún punto con conclusiones manejadas durante milenios por el Feng Shui, se ayuda de la técnica y la ciencia para detectar y evaluar dichos entornos, que pueden ser insanos o potenciadores del bienestar, tomando en cuenta el efecto que sobre los organismos vivos tienen las radiaciones naturales y artificiales.
Un experto en geobiología puede usar varillas de zahorí y ser vilipendiado por quienes ignoran que lejos de parecer objetos mágicos, simplemente son amplificadores de la sensibilidad personal de quien las porta. También podemos observarle con asombro cuando maneja un detector de campos eléctricos, de contaminación ambiental o de radioactividad. Uno de los principios en los que insiste Mariano Bueno es que en esta sopa de radiaciones naturales y artificiales nada es estable o permanente, existiendo factores muy diversos que influyen en la ecuación, desde las estaciones del año o el clima, pasando por nuestra propia fortaleza física, la alimentación que llevamos, la calidad del aire que respiramos, la luz solar a la que nos exponemos, el ruido…
30 años después de aquel primer libro la telefonía móvil lo ha revolucionado todo incorporando, además de sus múltiples ventajas, algunas nuevas amenazas. “Hay que desconectar el móvil por las noches, las emisiones de microondas de wifis y de los datos constituyen un estímulo constante para nuestro cerebro que se ve incapaz de desconectar. Cuando el móvil está en zonas con muy poca cobertura aumenta su potencia para encontrar una red, así que mejor desconectarlo. Nuestro cerebro está hiperexcitado y lo mantenemos en alerta todo el día con estos dispositivos, y al llegar la hora del descanso nos hace dormir mal, algo a lo que también contribuyen las luces led de electrodomésticos y dispositivos diversos. Si descansamos mal impedimos que se produzca la regeneración natural de nuestro cuerpo durante el sueño, y eso tiene un efecto acumulativo nada alentador”, nos advierte en primera instancia Bueno. Lo hace en el transcurso del encuentro que días atrás mantuvimos aprovechando su visita formativa a Tenerife, impulsada por el colectivo Benaiga.
Mariano Bueno lleva años recorriendo España para formar en geobiología, pero, sobre todo, en agricultura ecológica y bioconstrucción, a profesionales de múltiples campos. En estos días por la isla le vimos hacer de todo. Recorrió fincas ecológicas para mejorar sus sistemas de producción, aconsejó sobre fórmulas de poda más armoniosas, mostró como detectar los lugares más idóneos desde el punto de vista energético para sembrar un frutal, aportando ideas para aislarnos de la radiación artificial y conseguir mejores condiciones para el descanso o la concentración…

LO ECO ES REAL E INEVITABLE

La voz de Mariano Bueno fue de las primeras que advirtió sobre la necesidad de optar por los cultivos ecológicos, de alejarnos de los agroquímicos apostando también por el producto de proximidad, el kilómetro cero. “Recuerdo como siendo muy joven me revelé contra mi padre, que como todos los agricultores usaba en sus fincas productos químicos. No entendía aquello, y menos viendo cómo era práctica común entre los agricultores que una parte del huerto, la del consumo en casa, no era tratada con los fitoquímicos”, nos confía.
Hoy contempla la explosión comercial de lo “eco” en las grandes superficies como una ventaja potencial. “Es cierto que una parte de los pioneros se quejan, viven con cierta desazón lo mucho que les costó dar a conocer sus productos eco y salir adelante, y cómo las multinacionales copan ahora el mercado, pero yo entiendo que nuestra oportunidad está en hacer un buen producto, de calidad, bien cuidado. Si quieres hacer un low cost ecológico no podrás competir con esas grandes empresas. Ahora cada vez hay mucha más gente interesada en el producto ecológico, y una proporción mayor de gente que busca calidad dentro de ese ámbito, que son los clientes del productor ecológico de calidad”.
En la proximidad o kilómetro cero del producto está una de las fortalezas del pequeño productor frente a la multinacional. Y es que a las evidentes ventajas que ofrece para la economía local, el medioambiente, el paisaje y la cultura tradicional el que apostemos por consumir productos cercanos, Mariano Bueno nos brinda otra insospechada razón de peso: su condición de medicamentos naturales.
“El producto más saludable que podemos comer -explica- es aquel que crece cerca de donde vivimos. Las plantas que crecen en un medio determinado tienen que sintetizar para sobrevivir moléculas que las protejan de los virus, de los gérmenes, de los hongos, de la contaminación ambiental, de la radiación de esos lugares, etc…, generando polifenoles específicos que la protegen. Cuando los consumes, no sólo comes nutrientes, sino también una “vacuna”.
El vegetal ha generado “medicamentos” para cursarse de las agresiones de ese medio. Esas mismas sustancias nos protegen a nosotros. Cuando te comes una manzana ecológica de Chile, por ejemplo, obviamente está libre de tóxicos y te comes sus nutrientes, pero sus moléculas se han gestado para protegerse de las agresiones de ese lejano lugar donde creció”

MITOS Y ENGAÑOS

Es innegable que el mercado de lo eco crece a pasos agigantados, lo que también de manera interesada alimenta mitos como que es cosa de elitistas, que toman el pelo al consumidor al tratarse de productos similares a los convencionales, pero que se pagan más caros, etc. Nuestro interlocutor asegura que “lo ecológico no es un fraude” y está convencido que con el aumento de la demanda bajarán los precios de producción, y especialmente los de distribución.
“Hemos descubierto que hay empresas fabricantes de productos químicos que pagan para que se difundan estos mitos, pues viven de vender agroquímicos y si la gente cambia, pierden mercado, pierden negocio…les interesa retrasarlo el máximo y que se piense que se engaña” No es una opinión sino una evidencia que como suele ser habitual en él sustenta en datos. “La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria analiza anualmente más de 80.000 productos alimenticios de toda Europa. En más del 42% aparecen restos de plaguicidas, de los que un 28% contienen varios. En un 10% están por encima de las dosis autorizadas. Los productos ecológicos apenas llegan al 0,8% de residuos no autorizados, y cuando haces un seguimiento detallado descubres que muchas veces proceden de fincas en transformación, es decir, que el producto absorbe lo que aún quedaba en los terrenos cuando tenía cultivos no ecológicos.”
No podemos evitar preguntarle por los antibióticos en alimentación, las resistencias que generan en humanos…Sus datos son, una vez más, insospechadamente reveladores. “La gente no sabe realmente el motivo de su uso. Pensamos que es porque los animales enferman en las granjas y la rutina marca administrarlos para prevenir y tratar. Sin embargo, el motivo es otro. El antibiótico machaca la flora bacteriana intestinal. Esa microbiota, en un animal o en una persona, maneja información de todo el cuerpo y sabe qué se necesita en el organismo, cuanto consumir, cuanto absorber y cuanto desechar.
Quien regula esto es la flora. Un intestino con una escasa microbiota o aniquilada por un antibiótico, no regula y asimila muchos más nutrientes, por lo que engordas más con la misma comida. Después, estos antibióticos pasan a la carne, a nuestro cuerpo, machaca nuestra flora y genera, en asociación con otros factores, un efecto similar, síndrome metabólico, problemas de inmunidad…y, por supuesto, bacterias resistentes”.

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