'Esplendorosas y, sin embargo, viejas': "Hay sexismo hasta en el edadismo"

 


Ana Hardisson, autora de 'Esplendorosas y, sin embargo, viejas': "Hay sexismo hasta en el edadismo"

MARÍA BONILLO

Foto: Cedida por la entrevistada/Bigstock


Con Esplendorosas y, sin embargo, viejas, su autora, la filósofa y escritora Ana Hardisson Rumeu, de 76 años, realiza un análisis crítico de los estereotipos, mitos y falsas creencias sobre la vejez, en especial de las mujeres mayores, los cuales se han creado a lo largo de los siglos raíz de una sociedad patriarcal y machista. 

Desde hace unos años, Hardisson empezó a darse cuenta de que la población, a pesar de que iba envejeciendo, “no cambiaba los estereotipos, las ideas, las creencias, los mitos”, explica en una entrevista  65YMÁS. Unos estereotipos y mitos que “devalúan a las viejas y dificultan que las mujeres viejas puedan tener una vida satisfactoria y activa, desarrollando proyectos y experimentando vivencias gratificantes sin disimular su edad".

Es ahí cuando se produce un “desajuste tremendo entre ideario social y la realidad social”, señala. La razón es que las mujeres mayores “cada vez son personas más activas, con más posibilidades y capacidades". De hecho, el informe Los sénior, un colectivo injustamente olvidado por las marcas, realizado conjuntamente por 65YMÁS y Comscore, en colaboración con Comunicas, consultora de comunicación especializada en Economía de la longevidad, concluye que el perfil de los sénior ha cambiado: consumen, hacen deporte, están formados, conectados, viajan, salen y disfrutan de la gastronomía, visitan museos. Es decir, son personas activas que nada tienen que ver con los estereotipos caducos imperantes.

Por otra parte, señala que tras la jubilación se percibe un sentimiento generalizado de falta de pertenencia y de desaprovechamiento de su talento, mientras que las mujeres sénior se han consolidado como el perfil comercial por excelencia. A pesar de todo ello, "la idea social de las viejas es que son seres que no sirven para nada, que son incapaces, débiles, frágiles o enfermas”, añade Rumeu. 

Este fue el motivo de que empezase a leer e investigar sobre este tema, para la posterior escritura de este libro, que se presentó en el Ateneo de Tegueste, en Santa Cruz de Tenerife, el pasado 10 de marzo, y que llega de la mano de la Editorial Círculo Rojo.

Las mujeres mayores siguen teniendo un papel en la sociedad

Hardisson nació en Santa Cruz de Tenerife, es licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense (Madrid) y doctora en Filosofía por la Universidad de La Laguna (ULL, Tenerife). También ha sido profesora en la ULL y profesora (catedrática) de Secundaria hasta 2007, cuando se jubiló. Su investigación a lo largo de los años se ha centrado en la Ética y el Feminismo, recibiendo en 2005 el premio de investigación del Instituto Canario de la Mujer. Asimismo, desde hace más de cinco décadas ha sido activista feminista.

En 2006 ya publicó como coeditora 20 pensadoras del Siglo XX, junto a María José Guerra, un libro en el que reunieron una serie de conferencias que se organizó y coordinó para el Ateneo de La Laguna por su centenario. Posteriormente, en 2011 publicó Hacia una crítica de la imaginación patriarcal, que estudia la importancia de la imaginación en la ideología patriarcal en la creación de la imagen de la mujer y su contribución a la sumisión femenina.

A día de hoy, Rumeu está centrada en la situación de las mujeres al envejecer, tal y como ha demostrado con este libro. En este sentido, señala que uno de los estereotipos que más se repiten a día de hoy es la idea de que las mujeres mayores “no tienen ya ningún papel social, político, económico, cultural ni emocional, que son personas que ya no sirven”, explican. 

“Ese es el núcleo, y eso a su vez va generando un montón de cosas: a nivel político, que no se las tiene en cuenta para nada; a nivel social, son invisibles, no existen; y a nivel psicológico de muchas mujeres, eso cala profundamente y efectivamente se encierran en la pasividad, pasan horas en el sillón delante de la televisión, desperdiciando las posibilidades de tener una vida activa, gratificante y satisfactoria”, añade.

Del mismo modo, destaca que la sexualidad en nuestra sociedad siempre ha sido un tabú, “especialmente en la vejez”. “Hay una tremenda carga emocional negativa sobre la actividad sexual de las personas mayores, y todo eso tiene que revertirse, entre otras cosas porque la sexualidad es fuente de salud. Resulta que el orgasmo genera una serie de efectos en el cerebro y el cuerpo tremendamente positivos, es decir, es terapéutico. Entonces, ese tabú a la sexualidad va muy en contra de las posibilidades de vida satisfactoria de los mayores”, explica.

Nueva narrativa de lo que puede ser la vejez y su belleza

Rumeu critica que la realidad “no se ajusta nada al ideario, no ha cambiado la idea social, por eso es tan importante generar una nueva narrativa, un nuevo relato de lo que puede ser la vejez”, y es que, afirma, “la vejez no necesariamente es una etapa desgraciada, aburrida e incapaz para nada”. Y considera que ese nuevo relato de los que es ahora la vejez “está por hacer y que todavía hay mucho que decir en este sentido”, especialmente en el tema de la vejez en las mujeres.

Esta nueva narrativa tiene que ver, según explica, con “las posibilidades vitales de las mujeres y de la belleza. No puede ser el canon de belleza de los 30 años el mismo en los 70, es absurdo, por muchas cremas y cirugías que nos quieran vender”.

“En lugar de toda esa mercantilización, lo que habría que instaurar es una nueva imagen de belleza de mujeres de 70, 80 y mas años”, señala. Y esa imagen se crearía “simplemente mirando a las mujeres, no hay que inventar nada. Las mujeres están muy bien como son, y hay que hacerles sentir que se tienen que aceptar y querer a sí mismas, que no tienen que cambiar nada. Estar un poquito más gordas o flacas, el tener arrugas, canas o papada, no significa que sean feas, significa que a esa edad la belleza es así”

Adaptarse a esas personas mayores para “saber lo que realmente necesitan”, de eso se trata, según explica Rumeu, quien señala que “la gente es muy diversa, no es que sea una imagen fija de una sola modalidad, hay muchas posibilidades de envejecer bien siendo atractiva y activa, no tienen por qué ser todas iguales”.

Sin embargo, considera que, a día de hoy, el esfuerzo de las marcas por lograr eso es “insuficiente” y que, a pesar de que se empiezan a ver cómo algunas de ellas apuestan por modelos sénior para representar las necesidades e intereses de este colectivo, solo es “marketing”. Explica que solo hay que fijarse en “la publicidad: está en contra de la imagen de la mujer activa, autosuficiente, independiente, atractiva y con una vida propia. En cambio, se fomenta mucho la imagen de la abuelita que cuida a sus nietos, pero que es dependiente, frágil, incapaz o pasiva”. 



Sobrevaloración de la juventud e ignorancia de la vejez

Al mismo tiempo, Rumeu habla de una mirada feminista de la vejez, destacando que “los hombres también envejecen, pero en su caso tiene muchísima menos repercusión la ideología general, es decir, se muestra a los viejos como interesantes y maduros, mientras que las viejas simplemente son viejas. Los viejos pueden seguir ejerciendo en la política, en la economía, en la cultura, y las viejas prácticamente dejan de ser”.

En este sentido, Rumeu señala que “hay un edadismo que afecta a todos, pero mucho más a la mujer, porque hay un sexismo hasta en el edadismo, así que la cultura patriarcal afecta a todo, también a la vejez”.

La juvenilitis es otro concepto que trata en Esplendorosas y, sin embargo, viejas, el cual ha tomado de la escritora australiana Germaine Greer, que consiste en “sobrevalorar la juventud muy por encima de su situación objetiva, porque la juventud no es otra cosa que un dato cronológico. Es joven el que nació y tiene entre 20 y 40 años. Sin embargo, socialmente se ha tomado como un canon: es lo que hay que ser para estar bien”, indica.

Esa “exigencia” genera, según explica, “una tremenda ansiedad en muchísimas mujeres viejas que les hace gastar lo que tienen y lo que no tienen en estos artilugios que publicitan y que son todos mentira, pero que prometen ser antiedad, antienvejecimiento, rejuvenecedor, etc. Es un comercio, es una mercantilización de la situación de un montón de mujeres que llegan a tener ansiedad por seguir siendo jóvenes, lo cual es imposible”. Al final, recuerda, “todos vamos a envejecer”.  

Rumeu ha sido feminista desde los años 75, cuando comenzó el feminismo. Desde entonces, ha habido varios logros importantes a nivel político y social, destaca, desde la posibilidad de participar en política, las listas cremallera o la posibilidad de estudiar cualquier cosa, entre otras. Sin embargo, señala que a nivel ideológico “sigue habiendo una tremenda diferencia”.

“La situación social evidentemente ha mejorado, sin duda, pero el patriarcado como sistema sigue estando completamente activo, es decir, que aunque las mujeres con muchísimo esfuerzo hayan ido ganando espacio, todavía el imaginario general social sigue siendo patriarcal, así que las propias mujeres sienten que su situación sentimental, sobre todo, las convierte inmediatamente en seres dependientes de ese hombre que quieren. La situación de amor paritario está por construir, ese es un campo al que todavía no se ha llegado. Es decir, eso que se llama el amor romántico, no es otra cosa que una trampa para que las mujeres estén sujetas al hombre; el amor por encima de todo, el amor en el centro de la vida. El amor es un valor, un valor más, no el único. Si ese valor se constituye en el núcleo de la vida, hace que estés dispuesta a ceder en cualquier otra cosa, y esa es la trampa, esa es la manzana envenenada del cuento de Blancanieves”, explica.

En lo que se refiere al envejecimiento de la mujer, señala que incluso queda mucho más por hacer. “Está por hacer casi todo. Los relatos literarios y cinematográficos, las canciones, la imagen, todo está por cambiar, todo lo que constituye esa sobreestructura cultural sigue siendo de sobrevaloración de la juventud e ignorancia total de la vejez. Las viejas no existen, son invisibles en todo lo que es la vida cultural, y eso evidentemente genera un freno tremendo a la hora de poder vivir una vida más satisfactoria”, afirma.

Fuente:  65ymás.com

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